domingo, 18 de enero de 2015

También el Jota se durmió soñando con Laurie

También el Jota se durmió soñando con Laurie atada a un muro de mazmorras por gruesas cadenas, mientras su madre vestida de vcrdugo, le arrojaba un balde con agua para mantenerla despierta, el Jota soñó que se abalanzaba sobre la mujer y cuando iba a golpearla desde atrás con un palo, la mujer se daba vuelta y le hundía una patada en el estómago que se confundió con el golpe que el guardia le dio en el suelo para despertarlo, –¡Aquí no estás en un hotel!, ¡tienes que estar de pie cuando las puertas se abren!–, le gritó a la vez que le lanzaba otro golpe, esta vez en la pierna. El Jota se levantó como pudo y recibió una bofetada que lo hizo caer nuevamente.

–¡Te dije que te pararas!, gritó de nuevo el guardia parándolo de la camiseta. ¡Aquí mi palabra es la ley, ¿escuchaste?!, dijo lleno de prepotencia, ¡Si no te gusta te muelo a palos!, ¡ahora fórmate junto a los otros para pasar la lista!–, le gritó dándole un empujón hacia la puerta. Afuera de la celda estaban los reclusos formados en el pasillo de la larga galería de tres pisos en la que sólo se veían puertas abiertas y otros presos también formados. –Primero nos cuentan a la salida de las celdas, después nos llevan al patio y hacen un conteo general mientras otros guardias nos revisan las cosas–, le dijo despacio un reo, poniéndolo al tanto de las costumbres carcelarias. –después nos dejan volver a la celda para asearnos y desayunar en el comedor o con “la caleta” (grupo de hombres unidos por la ocupación de la misma celda), no te preocupes, a los demás les caíste bien, procura estar siempre acompañado por uno de nosotros y no hagas enojar al cabo Orrego, mira que es corto de genio–, terminó de decir justo cuando un guardia se acercaba. ¡Atentas señoritas, empiecen a numerarse!, ordenó el uniformado. El conteo llegó a diesisiete, mientras la escena se repetía en todas las celdas de la galería 28, de donde el Jota era el nuevo residente.

A una nueva orden, los hombres salieron del edificio a una multicancha donde se ordenaron en filas conociendo el procedimiento. –¿a qué hora puedo hablar con un abogado? –, preguntó el Jota a su compañero, –va a ser bien difícil que te atiendan, hoy es sabado y estos atienden en horario de oficina–, respondió el preso. Había olvidado por completo que día era, por lo visto los planes que tenía para el fin de semana no se cumplirían…

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