Los camastros se recortaban en la lóbrega oscuridad de la celda, el Jota adivinaba las miradas que en ese instante lo estudiaban en silencio, tragó saliva y no tuvo fuerzas para emitir una palabra ni mover un músculo, los segundos parecieron eternos, sintió un frío penetrante que lo hizo tiritar. --–¿Qué tal, cabros? –, preguntó al fin armándose de valor, tratando de romper el hielo que en ese lugar olía a muerte. –¿Cómo te llamas? –, preguntó a su vez una voz desde las Epub gratis.
–Jota…, ¿se puede pasar?–, respondió el aludido tratando de no incomodar, –acomódate en ese rincón, mañana vemos que hacemos contigo–, dijo nuevamente la voz con tono de autoridad. El Jota se sentó en el suelo de espaldas a una fría pared que olía a orina y se quedó quieto tratando de distinguir a sus ocasionales compañeros. Después de un rato el hombre de la voz de mando volvió a preguntar, –¿Por qué estás aquí? –, sorprendido el Jota balbuceó antes de contestar –...este..., ¡Por amor!, –¿¡Por amor!? –, respondió otro preso que hasta ese momento no había hablado, –¿Acaso te “piteaste” a alguien por celos? –, preguntó otro en voz baja. –Nada de eso–, dijo el Jota y empezó a relatar el paseo al cajón del maipo con todo el histrionismo que era capaz, viendo que su relato los mantenía atentos e interesados alargó el cuento detallando la búsqueda de Laurie y su vuelta a Santiago, de donde la raptó para terminar en la celda que ahora compartían. El cansancio los venció a todos y todos fueron cayendo en íntimos sueños de libertad, temores y arrepentimientos.
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